Excursión a Howth desde Dublín

HowthVerde. Ese es el color del que se tiñe la mente de cualquier persona al pensar en Irlanda. Pero si el viaje es de pocos días a Dublín, como fue mi caso, ir hasta los acantilados Moher (los más famosos del país) es una locura. Así que una buena alternativa es pasar el día a Howth.

Este pequeña localidad es, a su manera, un pueblo playero. Ya James Joyce mencionaba Howth en alguno de sus relatos como lugar de veraneo. Por ejemplo en Una madre, uno de los más famosos de Dublineses, escribía lo siguiente:

“Todos los años por julio Mrs Kearney hallaba ocasión de decirles a sus amigas:
– El bueno de mi marido nos manda a veranear unas semanas a Skerries.
Y si no era a Skerries era a Howth o a Greystones.”

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Pero también es verdad que yo, acostumbrada a croquetear en el Mediterraneo, no me veo en shorts buscando un chiringuito al más puro «spanish style». Howth se asemeja más a uno de esos sitios costeros de película en el que pasear bajo una pequeña llovizna con botas de agua altas, shorts en verano.

Llegar hasta Howth no supone más de media hora en tren desde el centro de Dublín. Tara Station es a la estación a la que yo fui y está a unos 15 minutos andando desde Temple Bar. Hay que tener en cuenta que en fin de semana los trenes no pasan tan a menudo, así que es bueno conocer los horarios para la vuelta y así no esperar durante una hora en el andén.

Mi opinión es que hay varias cosas imprescindibles en esta localidad:

1. Buscar las focas. Estos animales pululan por el puerto y es fácil localizarlos.  En algún blog leí que hay gente que compra pescado para darles de comer y así conseguir que aparezcen, pero yo tuve la suerte de ver las focas sin necesidad de hacer eso.

2. Comer en alguno de los restaurantes especializados en pescados del puerto. Recomiendo ‘The Oar House’, del que puedo asegurar que la sopa de marisco y el pastel de bogavante son impresionantes.

3. Por supuesto, ir paseando hasta los acantilados. Hay varias rutas, una de ellas llega hasta el faro Baily y otra da la vuelta entera a la península. El recorrido es más o menos fácil, aunque en algunos tramos se estrecha y el piso es resbaladizo o muy irregular, pero es llano y no supone mucho esfuerzo.

4. “Donde fueres, haz lo que vieres”. Cuando cae la noche, y poco más se puede hacer al aire libre, como cualquier otro irlandés más hay que ir a tomarse una buena pinta de Guinness a algún bar. Mi recomendación: ‘The Bloody Stream’, que está en los bajos de la estación de tren, tiene chimenea, una barra larguísima y esa luz tenue tan característica de los pubs irlandeses.

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