Mis 4 obras imprescindibles del Museo del Prado

Todos aquellos que visitan Madrid deberían ir al Museo del Prado sí o sí, pero también los madrileños. Y que nadie diga que no va porque es muy caro porque las dos últimas horas antes del cierre siempre son gratuitas y en jornadas como la Noche de los Museos.

Sin más preámbulo, estás son mis cuatro obras imprescindibles, las que siempre voy a ver cuando voy al Prado, el museo que considero más importante de España.

1. Familia de Carlos IV. Francisco Goya (1800)

Familia de Carlos IV, Francisco Goya

Tal vez no sea la obra más relevante de Goya, pero le tengo especial cariño a este cuadro. Y es que gracias a él tuve una muy buena nota en el examen de Arte en Selectividad. Además de eso, es genial porque refleja a la perfección lo «cabroncete» que era el pintor. Sin duda Carlos IV le encargó un cuadro importante en el que estuviera representada toda la familia, sólo hay que fijarse en el tamaño imponente del lienzo.

Ahora analicemos la obra. En primer lugar, Goya homenajea a ‘Las Meninas’ de Velázquez en este cuadro porque, como se puede observar a la izquierda, se autorretrata de la misma forma que lo hiciera su compañero de profesión unos 150 años antes. Cómo pintó a la reina María Luisa siempre me ha llamado la atención. Es fea, la forma de la boca muestra que era desdentada, con ojos diminutos -aunque uno parece que es más grande que otro- y todo ese aspecto está envuelto en un bonito vestido juvenil para la época y adornado con un buen número de joyas. La mujer no tenía culpa de ser como era físicamente, pero ahí está Goya para decir a través de sus pinceles que, efectivamente, María Luisa no era muy agraciada. Algo poco usual en la época ya que la tendencia era dulcificar la fealdad de los monarcas. Pero también quería decir que era fea por dentro porque, entre otras lindezas, se la pegaba al rey con Godoy.

En el cuadro parece que hay un personaje que está más adelantado, con más protagonismo que el propio rey. Se trata del Principe de Asturias en ese momento, pero que al cabo de los años sería el rey Fernando VII. Tal vez se pueda interpretar como que el joven está preparado para asumir el reinado, pero yo me quedo con la versión de que es tremendamente ambicioso y lo que quiere es arrebatarle el trono a su padre, que finalmente abdicaría en él. Y después de todo eso Napoleón les quitará el poder a ambos y nombraría a su hermano José I rey de España.

Otra curiosidad es que la mujer que está junto a Fernando VII tiene la cara girada por lo que no podemos verle el rostro. Goya simplemente pintó una figura femenina que representa a la futura mujer de Fernando VII y reina de España, pero no corresponde a ningún personaje real de la época.

Hace unos años se hablo bastante de la infanta María Josefa, hermana del rey Carlos IV, y que se sitúa junto a Goya y detrás de Fernando VII. Es una mujer mayor con una mancha en la cara, se llegó a publicar que el pintor había plasmado un melanoma que podría haber sufrido la mujer – poco más de una año después de terminar este cuadro la infanta murió- pero en realidad parece ser que solo es un lunar postizo, muy de moda a principios del siglo XIX.

 

2. Saturno devorando a sus hijos. Francisco Goya (1820-1823)

Saturno devorando a sus hijos, Francisco Goya

Goya de nuevo y en segunda posición. ¿Qué se le pasaría a este hombre por la cabeza en la época de las pinturas negras? En general toda la colección de pinturas negras es impresionante, pero ‘Saturno devorando a sus hijos’ es mi preferida. Solo hay que mirar los ojos que se salen de las órbitas, la boca -que más bien parecen las fauces de un monstruo-, la sangre, el cuerpo sin cabeza… Si eso impresiona, aún le da más valor la historia que hay detrás. Y es que las pinturas negras no están pintadas sobre lienzo. No, no. Goya las realizó directamente en las paredes de la ‘Quinta del Sordo’, una decoración treméndamente alegre -por favor, apreciad mi ironía- para una casa. La vivienda fue derribada en 1909, pero un restaurador del museo las pasó a lienzo para poder conservarlas. También es cierto que en ese cambio de soporte algunos detalles se perdieron o modificaron, como se ha demostrado comparando fotografías de la época y los actuales cuadros.

 

3. El Jardín de las delicias. El Bosco (1500 – 1505) 

El jardín de las delicias. El Bosco

Así de primeras y de forma simple, me gusta porque es colorido y divertido. Y por eso mismo, por su originalidad y fantasía, fue muy copiado en su época. Como se aprecia en un primer vistazo, ‘El jardín de las delicias’  está divido en tres partes, es decir, se trata de un tríptico. A la izquierda encontramos el paraíso terrenal de Adán y Eva; en el centro, un mundo habitado por jóvenes, y a la derecha, vemos el infierno. Aunque en vivo no se vea porque el tríptico siempre está abierto, cuando las alas laterales se cierran se puede observar una imagen general del mundo.

La lectura de esta obra es que nacemos libres de pecado (paraíso de Adán y Eva), pero el mal nos lleva al caos. Es una idea un poquito pesimista de la vida. Por ejemplo, en la parte izquierda vemos una fuente rosa con un búho que representa la noche, la oscuridad y en el paraíso esos elementos no deberían existir.

En el centro todo tiene el mismo tamaño, misma perspectiva… por lo que nada nos indica qué es lo más importante. Algunos historiadores opinan que El Bosco plasmó su visión de cómo sería la vida en la tierra sin el pecado original. En general la parte central es bastante sexual. Por ejemplo, en la esfera azul hay diferentes personas en posiciones sexuales. Llama la atención que no hay ningún niño.

Por último, el panel de la derecha es el infierno, que cuenta con su propio diablo: un ser azul con cabeza de pájaro está  sentado en una silla mitad trono, mitad retrete. También hay un cerdo vestido de monja que intenta convencer a un hombre para que firme un testamento  -tiene toda la pinta de ser una crítica brutal hacia la Iglesia-, gigantes instrumentos de música para torturar, etc.

Y como recomendación personal, en la misma sala que ‘El jardín de las delicias’, no hay que perderse ‘La mesa de los pecados capitales’. Es literalmente una mesa decorada  con cinco círculos. El más grande y central contiene los siete pecados capitales y los cuatro de las esquinas representan: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria.

4. Las Meninas. Diego Velázquez (1656)

Las Meninas, Diego Velázquez

Creo que lo primero debe ser hablar sobre el título de la obra. ¿Qué es una menina o un menino? La RAE dice lo siguiente: «Niño de familia noble que entraba en palacio a servir a la reina o a sus hijos.» Aclarado este punto, toca hablar de los secretos que esconde el cuadro español más famoso.

En primer lugar Velázquez se convirtió en pintor de corte del rey Felipe IV en 1623, cuando se muda a Madrid, y mantuvo este cargo hasta su muerte en 1660.

La escena de ‘Las Meninas’ se localiza en una de las salas del Palacio Real y la figura central del cuadro es la infanta Margarita, hija del rey Felipe IV. Pero realmente lo que se escucha continuamente en la nube de gente que observa el cuadro es lo siguiente: «Y ese es Velázquez» .  Todas esas personas señalan con su dedo a la figura de negro con la cruz roja de la orden de Santiago en el pecho. Ese es Velázquez. Pincel en mano y trabajando en un gran lienzo. Como comentaba en ‘La familia de Carlos IV’, Goya homenajeo a Velázquez pintándose también él.

Otro de los grandes secretos a voces de este cuadro es que al fondo de la habitación hay un espejo en el que están reflejados los reyes. Es decir, cuando observamos el cuadro nos situamos en la misma posición en la que están ellos. Esto crea la sensación de continuidad, de que estamos dentro del cuadro. Algo muy característico de Velázquez.

Pero la gran incógnita de esta pintura es qué está pintando realmente Velázquez. ¿A los reyes? Es una teoría, pero la realidad es que el cuadro sería demasiado grande y no existe ninguno con esas características atribuido al pintor. ¿A la infanta y a sus meninas? Tal vez, pero está situado en la parte de atrás y el cuadro está pintado de frente.

Otro elemento que siempre me ha llamado la atención es el hombre que aparece en la puerta del fondo. Le da aún más naturalidad a la pintura porque parece que va a cotillear qué está pasando, además de que aún le da más perspectiva y luz gracias a la puerta abierta.

Y por último, el perro Salomón. Tal vez le están dando una patatita o porque siempre nos lo señalaban en las visitas guiadas del colegio, pero me sigue pareciendo entrañable.

 

Bibliografía: 

MOOC ‘Descubriendo la pintura europea de 1400 a 1800’ de la Universidad Carlos III

Web Museo del Prado

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